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2022-08-08 10:30:06 By : Ms. Minnie Song

<P>El dirigente de la Universidad Católica, Diego Vela, se anima a contar cómo vivió los dos episodios tristes que tuvieron a su familia en el ojo público: la muerte de su hermana Catalina y su cuñado Sebastián Correa en el accidente de Juan Fernández y el caso de su hermano Patricio, que inició las denuncias por abuso sexual contra el sacerdote Cristián Precht. El menor del clan rompe el silencio. </P>

Diego Vela Grau (25) vive en el octavo piso de un edificio antiguo de la Alameda, a la altura del Metro U. Católica. Lo comparte con un amigo. Son las 11 de la mañana del jueves 25 y él mismo abre la puerta. El día anterior fue la primera vuelta de las elecciones para renovar la directiva de la Feuc. Le fue bien: candidato a la presidencia por el movimiento de centro izquierda NAU -el mismo de Giorgio Jackson y Noam Titelman-, Vela pasó a la segunda ronda, con el 29% de los votos. Cristián Stewart, del grupo conservador Solidaridad, obtuvo el 24% y será su contrincante en los comicios finales del 7 y 8 de noviembre. Es la primera vez que los gremialistas, que iban en la lista 1A, quedan fuera de competencia.

Ahora se pasea por su departamento buscando un lugar para las fotos. Hay dos niveles. En el primero está la cocina y el living, donde caben apenas dos sillones, una mesa, un televisor y una bicicleta, su transporte diario. Arriba están las piezas: a mano izquierda, la de su amigo; a mano derecha, la de él. Además, hay una terraza, donde Vela ha levantado un pequeño altar. Un espacio personal donde recuerda a sus seres queridos que ya no están. Entre ellos, a su hermano Patricio, que se suicidó en 1991 y cuyo caso, 20 años después, daría el puntapié inicial a las denuncias por abuso sexual contra el sacerdote Cristián Precht. Y también a su hermana Catalina, quien murió en el accidente de Juan Fernández, el 2 de septiembre del año pasado.

Diego -estudiante de Ingeniería Comercial y de un magíster en Economía- es el menor de nueve hermanos. Tres por el lado de su madre -quien estuvo casada primero con Eugenio Rengifo- y cinco por parte de su padre, Patricio Vela. "Cada uno se separó, después se juntaron y ahí nací yo. Soy el concho", dice.

Celoso de su vida familiar, elige con cuidado las palabras con que se refiere a su clan. Se nota que lo incomoda, sobre todo cuando el asunto se refiere a sus dos hermanos fallecidos. Su familia ha guardado silencio en ambos temas. Pero Diego dice que necesita hacerlo para cerrar el ciclo, luego de que entre agosto y septiembre del año pasado los Vela se hicieron conocidos porque su apellido estuvo, con diferencia de pocos días, en dos casos de alta connotación pública.

Entre los 21 pasajeros del avión de la Fach que cayó en Juan Fernández iba la pintora Catalina Vela y su marido, el arquitecto Sebastián Correa. Era la primera vez que ella lo acompañaba a la isla. Ambos, como todos los que iban a bordo, fallecieron de manera inmediata. En Santiago habían dejado a sus tres hijos, de 10, ocho y cinco años.

Ha pasado más de un año del accidente y a su hermano Diego aún le cuesta hablar del tema. Lo repite varias veces: "Fue muy duro, muy triste. Yo todavía me siento mal". Lo mismo toda su familia, que jamás ha querido referirse públicamente a esta muerte.

Con su hermana no sólo compartía el parecido de los ojos y la mirada. Dice Diego: "La Cata fue una hermana muy cercana, porque era la que estaba antes que yo por el lado de los Vela. Eramos amigos y muy buenos hermanos, pese a los 15 años de diferencia. Cuando se casó yo era muy chico, pero me acuerdo perfecto de su matrimonio en una de esas parcelas entre el camino de Santiago y Santo Domingo. Recuerdo también una vez que nos fuimos a Frutillar. Yo, que tenía unos 13 años, dormía con ella porque fue sin pareja y estaba embarazada de su primera hija. A la vuelta de ese viaje, me invitaron a comer y me dijeron si yo quería ser el padrino de la Laura. Yo no cachaba nada, les dije: ¿Lo puedo pensar? Pero después dimensioné lo que significaba y les dije que sí, que obvio".

Hoy, Laura Correa Vela y sus dos hermanos menores viven con sus abuelos paternos y Diego dice que trata de hacerse el tiempo para pasarlos a ver. Intentar seguir con la rutina que tenía antes de que todo ocurriera. "Con la Cata me veía como una vez a la semana. O cada dos semanas. Ella siempre me aconsejaba vivir la vida, vivir el momento. Eran conversaciones profundas de los momentos más gratuitos que te da la vida. Ella siempre me apoyó con todo lo que fuera del NAU o del movimiento estudiantil. Lo mismo cuando trabajé en el Techo o cuando tomé la decisión de ser el presidente del Centro de Alumnos en la universidad".

Diego recuerda que la última vez que la vio fue cuando celebraron el cumpleaños de su padre, justo el día antes del accidente. "El está de cumpleaños a principios de septiembre y lo celebramos, a propósito, justo antes del viaje. Fue una celebración de mucho amor y mucho cariño, en la casa de la Cata. Ella estuvo muy preocupada de regalonear a mi papá, que cumplía 78".

Al día siguiente, todo se fue a negro.

"Me enteré del accidente cuando estaba estudiando, porque estaba en la semana de pruebas en la universidad. Y la incertidumbre fue lo peor. Conozco a hartas parejas de detenidos desaparecidos, que me han tocado en conversaciones, y yo viví eso unas 10 horas… Esto de no saber en qué está la persona que tú quieres es algo que encuentro espantoso. Durante las horas posteriores nos reunimos toda la familia. No fuimos a la Fach, no nos reunimos con los otros familiares. Fueron 10 horas espantosas. Lo primero que sentí cuando me dijeron que el avión se cayó fue mucha angustia y preocupación por mi papá. Todavía estamos viviendo el duelo".

"A mí me da mucha pena todavía. Sobre todo por los niños (los hijos de Catalina), que creo que son lo más importante. Con la muerte yo me siento muy libre, entiendo que la muerte es parte de la vida, lo veo como una transformación de energía. Al final, lo que se lleva la muerte son las cenizas, pero no a la persona. Lo importante es lo que queda y eso son los niños. El centro tiene que estar en darles amor a ellos o a mi papá. Eso tiene que ser el centro".

Los Vela fueron unas de las familias que no iniciaron demandas de ningún tipo contra los responsables del accidente. Cuando se cumplió un año del siniestro, tampoco aceptaron la invitación de la Fach para ir a conmemorarlo a la isla. Prefirieron recordarlo de manera íntima, todos juntos, sin espectadores.

Esta semana, el ministro a cargo del caso, Juan Cristóbal Mera, cerró la investigación.

Diego Vela fue presidente del Centro de Alumnos de Administración y Economía en la UC en 2010, fue jefe de zonas en Un Techo para Chile entre 2008 y 2009, ha sido coordinador general del NAU. "Desde que tengo uso de razón he estado metido en temas sociales", dice. Esas características hacen que en su familia lo comparen con su hermano mayor, el sicólogo Patricio Vela, quien también se involucraba en esos temas. Eso, además del parecido físico.

"En mi familia me encuentran bien parecido a mi hermano Patricio, físicamente y por las motivaciones de vida. En los temas que me meto, en la forma cómo entiendo la Iglesia. El estaba muy metido en las Juventudes Cristianas o no sé bien cómo se llamaban. El estaba muy metido en eso, en generar grupos de discusión, en trabajos, en algo más sustentable".

Así, con pasos cuidadosos, Diego Vela entra de a poco al caso de su hermano.

En agosto de 2011, el Arzobispado de Santiago abrió una investigación que apuntaba al ex vicario de la Solidaridad Cristián Precht, luego de que el padre y la viuda de Patricio Vela presentaran una acusación contra el sacerdote, por abuso sexual cometido con el joven que se suicidó en 1991, a los 29 años, en California. Allí sostenían que Precht -que había sido por años muy cercano a la familia y guía espiritual del sicólogo- había incurrido en esas conductas durante los 80, desde la adolescencia de Vela hijo.

El ex vicario fue suspendido de sus funciones sacerdotales, se sucedieron dos investigaciones eclesiásticas, se sumaron testimonios de otras presuntas víctimas y hoy se espera el veredicto final desde el Vaticano, donde el caso es analizado en la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Por la diferencia de edad con su hermano mayor -Patricio le llevaba 25 años-, Diego Vela dice que "tengo pocos recuerdos de él. Yo era muy chico y él era muy grande. Además, se fue a vivir afuera (a Estados Unidos, en 1988). Tengo algunos recuerdos, pero también quizás son imaginaciones". Agrega que siempre supo que su hermano se había suicidado, porque así se lo habían comentado en la familia. Lo que ni él ni nadie sabía, asegura, era lo del abuso sexual. Se enteraron apenas un par de meses antes de hacer la denuncia en el arzobispado. Pese a repetirle varias veces la pregunta, se niega a explicar cómo se enteraron.

Diego Vela cuenta que conocía a Cristián Precht. Y no porque el sacerdote fue cercano a su familia o porque hubo, incluso, vacaciones juntos. "Yo era muy chico cuando eso ocurría, además que él hace tiempo se alejó mucho de la familia". Vela dice que lo conoció cuando el sacerdote era vicario de la zona sur y él era un joven que vivía, por opción propia, en la población Joao Goulard, en La Granja.

"Yo a Cristián Precht lo admiro como personaje histórico, por el aporte que hizo en el país, como figura de vicario de la Solidaridad, creo que ese aporte fue enorme en torno a los derechos humanos. También, él fue vicario de la zona sur y yo vivía en una población en esa zona. Entonces a mí me despertaba mucha admiración y quería conocer a este personaje del que había escuchado hablar varias veces. Sabía que era cercano a mi hermano, entonces me junté a conversar con él, a comer con él, para conversar sobre estas cosas, sobre política, sobre el sentido de la vida. Obviamente, la figura de mi hermano era una figura que nos unía, porque habían sido amigos. Hubo buena onda, teníamos una concepción de sociedad bien parecida. Nos juntamos dos o tres veces. Pero después de lo que pasó, yo nunca más he vuelto a hablar con él. Nunca más nada".

-Creo que son cosas lamentablemente humanas y que dependen mucho de estructuras de poder o relaciones asimétricas que se generan. Que se dan desde profesor a estudiantes o de cualquier persona que está en el poder y lo malentiende.

Diego Vela creció con sus padres y sus hermanos Rengifo, en una casa de Los Dominicos. Asistió hasta segundo básico al Saint George y luego terminó toda su educación en el colegio Manquehue. Dice que con su papá -médico, retirado hace tres años- se lleva muy bien. Que él y su madre viven desde hace años en Valparaíso, donde instalaron una heladería que se llama Amor Porteño. "Mi papá es un gallo muy choro, muy callado, muy respetuoso. Siempre quiso pasar piola. Yo tengo mucho de esa cuestión", dice.

-Tu padre es el único que ha hablado, y muy poco, sobre el caso de tu hermano. ¿Qué acción has tomado tú?

-Yo, apoyar a mi familia y tratar de aportar lo máximo posible en la investigación. Y en eso, buscar generar puentes y espacios de confianza entre las personas.

-¿Qué esperan ahora del Vaticano?

-A mí lo que me gustaría es que se asegure que estas cosas no se repitan. Eso es lo más importante. Más que los castigos personales, me gustaría que la Iglesia no solamente tome medidas para prevenirlo, sino que tome medidas más de fondo. Que nunca más un abuso sea callado y silenciado. Que nunca más la gente esté del lado de los victimarios y no de las víctimas. Las personas que son abusadas se sienten cómplices del victimario y eso es algo que te ahoga. Y yo creo que el acto de justicia, de decir la verdad, es un acto que libera a la persona. Que la ayuda a repararse, a sanarse.

Miércoles 24, 20.00 horas. Diego Vela está en el patio del Campus San Joaquín, junto a su equipo, entre las mesas de votación. Dos días antes, él había dicho que tenía "todo un rollo con el tema del abuso". Se lo volvemos a preguntar ahora, pidiendo más detalles. El se aleja de sus amigos, hasta un área más tranquila, se sienta en el pasto y dice: "Por cosas de la vida, he estado cerca de gente que ha sido abusada. Ha habido personas que confían en mí y se me acercan para contarme. Y yo he intentado ayudarlas. Cuando trabajé en campamentos, eso me tocó hartas veces. Y también por otros lados, conocidos. Entonces me he involucrado mucho en este tema. Lamentablemente, es algo mucho más común de lo que uno cree… Y hay gente que tiene mucho miedo a decirlo".

Cuando el Casa 212 se estrelló en Juan Fernández -apenas unos días después de que la familia había hecho la denuncia contra Precht en el arzobispado-, Diego Vela vivía hace dos años en la población Joao Goulard, en La Granja. Cuatro meses más tarde, decidió abandonar el lugar. "Tomé hartas decisiones. Quería estar más cerca de mi polola, pero sobre todo, quería ver más a mis sobrinos que vivían muy lejos. Quería acompañar a mi familia, absolutamente. Si no, no me hubiese ido".

Con el mismo compañero que compartía casa en La Granja se mudaron al departamento de puerta verde, en el octavo piso. El mismo donde, a la salida de la puerta de su dormitorio, levantó ese altar que incluye hasta un pequeño Buda. "Tengo mi propio altar con la Cata y otra gente que quiero. A veces le converso y es parte de mi duelo. La siento muy presente siempre".

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