El Everesting duró unas 15 horas.
Jordi Tomàs Compés
Silencio. Era lo único que oÃamos al salir de casa. Eran alrededor de las 5 de la madrugada y aún no habÃa ningún movimiento. Nosotros nos desplazábamos hasta Alp, el pueblo desde donde Ãbamos a realizar tantÃsimas subidas para conseguir el reto.
Cada una de ellas tendrÃa una distancia de 5,8 kilómetros y 410 metros de desnivel, hasta llegar a la estación de esquà de Masella. Exceptuando una primera recta bastante dura, alrededor del 9-10%, el resto del ascenso era muy constante y no tenÃa ningún descanso. Era el dÃa de optimizar al máximo cada metro de desnivel.
La primera subida fue bajo la atenta mirada de las estrellas.
Con cara de dormidos, Ãbamos llegando y nos preparábamos para el inicio. A aquellas horas, muchos habÃamos optado por manga larga. SÃ, en pleno verano y pasando un poco de frÃo. Un auténtico placer.
Albert, el cumpleañero, junto a Alexis y Aleix eran los únicos que tenÃan entre ceja y ceja completar dicha locura. El resto les acompañarÃamos durante algunas subidas.
Albert (izquierda), Aleix (centro) y Alexis (derecha) fueron los tres héroes de la jornada.
Llegó el momento. Todos a la vez, a las 5:45, pulsamos el ‘start’ en nuestro ciclocomputador. Aunque aún era negra noche, sus mentes ya estaban despiertas del todo. Los tres valientes eran conscientes que tocarÃa sufrir y superar algún que otro bajón, pero la ilusión de completar los 8.848 de desnivel callaba todos los miedos.
Con las linternas encendidas, Ãbamos ganando altura acompañados de una moto para garantizar nuestra seguridad. El asfalto, en buenas condiciones, nos daba mucha seguridad cuando no habÃa mucha luz.
Durante toda la jornada, organizada por Cerdanya Cycling Culture (CCC), se respiraba un ambiente espectacular de ciclismo.
Y sin darnos cuenta, ya clareaba. El amanecer nos dejó imágenes espectaculares. La magia del momento hizo volar nuestra imaginación, con unos colores muy particulares y las primeras luces penetrando entre los huecos de las nubes.
Algunos y algunas ciclistas acompañaban a los protagonistas durante algunas subidas.
Alrededor de las 9 de la mañana empezaban a llegar los primeros refuerzos. Algunos amigos, junto a otros conocidos, se plantaban a pie de puerto para acompañar a los 3 protagonistas durante el tiempo que pudieran. Hubo incluso quien solo se acercó a saludar y dar ánimos.
La llegada de más compañeros les dio ánimos para seguir pedaleando.
Sinceramente, pudimos ver la comunidad ciclista de la zona muy implicada en el desafÃo. Todo el mundo aportaba su granito de arena. Incluso algunos comercios e instituciones locales se involucraron con material y comida.
En la carpa situada al inicio del puerto habÃa comida y bebida de todo tipo.
En un pequeño parque situado al inicio del ascenso, habÃamos preparado una carpa con comida y lÃquidos para coger fuerzas. Familiares y parejas, sin ninguna intención de acompañarlos en bici, les animaban y les preparaban comida para cuando los volvieran a ver en el avituallamiento.
El avituallamiento era el punto de encuentro de los participantes, amigos y familiares.
Llegaba el mediodÃa y algunos fantasmas empezaban a aparecer. El calor hacÃa acto de presencia y los bidones duraban menos que un chupito. Por suerte, ya habÃan hecho más de la mitad, y contaban las subidas restantes de manera regresiva. Poco a poco se iban acercando al final.
En los tramos de bajada, aprovechaban para comer y descansar las piernas.
Aleix fue el primero en lograrlo. Y luego Albert. Y ellos dos no se sentÃan del todo satisfechos. Quedaba Alexis. Y hasta que no encaró la última subida, no pararon de animarle. Eso sÃ, cuando llegó el último ascenso, aquello se convirtió en un festival.
A su lado, con una moto y un coche, y con la música a todo volumen, se acercaba al desnivel fijado. Pedalada a pedalada, incluso regalando algún baile con alguna de sus canciones preferidas, se plantó a Masella más contento que un niño el dÃa de reyes.
La subida no permitÃa descansar en ningún tramo.
Una felicidad más que merecida. Un reto muy complicado. Una experiencia inolvidable. Para celebrarlo, fuimos a un restaurante. AllÃ, llegó el momento de soplar velas, para redondear aquella histórica jornada.
Seguro que ahora se tomarán unos dÃas de descanso. Pero pronto volverán a plantearse alguna otra barbaridad. ¡Esperemos estar allà para contarla!
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