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Barcelona, 10 may (EFE).- El escritor Sergi Pàmies, que este martes ha presentado la nueva edición de su título "La gran novel·la sobre Barcelona", con motivo de su 25 aniversario, ha desvelado que este libro le ha servido para constatar que "envejecemos bastante peor las personas que los libros".

Acompañado por la editora de Quaderns Crema, Sandra Ollo, el cuentista ha reconocido que de la misma manera que sopla las velas el día de su cumpleaños, aunque no le gustan los aniversarios, ahora no podía negarse a esta reedición, con un prólogo de Jordi Puntí, al que ha agradecido el texto.

Avisando de que no tiene "conciencia retrospectiva", Pàmies ha bromeado con que es el primer "autor vivo estrujado" por la editorial, que como ha apuntado Ollo desde hace un tiempo trabaja con los libros de "fondo clásico", que han conformado este sello, que ahora buscan dar a conocer a las nuevas generaciones.

A su lado, ha asentido el escritor y ha dicho que se ha tomado la iniciativa como un "experimento" del que, desde el primer momento, pensó que "no podía ponerle pegas. Esto es como una fiesta sorpresa de aniversario, en la que el homenajeado prohíbe que se la organicen, aunque deja abierta la puerta siempre a la vanidad".

"Mi actitud -ha confesado- ha sido decir sí a todo, cosa insólita en mi biografía, que se basa en el no".

Ha vuelto a releer las quince historias de la obra, que escribió entre 1995 y 1997 y que nacieron de su propia experiencia como cronista, en aquel entonces en el diario "El País", ahora en "La Vanguardia", así como de un "mito" que corría, cuando el mundo digital apenas existía, de que había escritores que perdían sus manuscritos en un taxi, principalmente, en Nueva York y Berlín.

A la vez, hubo un "componente gamberro" ante las "solemnes declaraciones de algunos de los próceres de nuestras letras que decían que era una lástima que no hubiera una gran novela sobre Barcelona".

"Pensé -ha rememorado- que tenía que escribirse, convirtiéndolo en un sabotaje que ha funcionado, porque todavía ahora cuando alguien dice que no existe la gran novela sobre Barcelona, recuerda que, bien, hay aquello de los cuentos del Pàmies".

Excepto uno de los relatos, tiene la sensación de que el resto "los podría haber escrito hace muy poco", e incluso se ha sorprendido de "la diversidad de motivaciones que tenía".

Nada nostálgico, no ha escondido, sin embargo, que a finales de los ochenta y durante todos los años noventa, hubo un "momento cultural, no solo literario ni editorial, con una prosperidad creativa que lo toleraba todo" y ha destacado que Quaderns Crema, al frente de la cual se encontraba el desaparecido Jaume Vallcorba, basaba su identidad "en no tener una identidad controlable", con un catálogo que tanto incluía a los clásicos griegos como a Eugeni d'Ors, Quim Monzó o Mikimoto.

A su juicio, la editorial proporcionaba "la mejor mandanga", en una época en la que hacer cosas rompedoras estaba en el aire del tiempo, aunque "sin tener conciencia de que fuera rompedor".

En aquellos años, por otra parte, escribía "por el placer de escribir y de divertirme", pero en este libro empieza a verse la "necesidad de la emoción, que es muy incipiente y que es el gran cambio, que tiene que ver con la paternidad, con tener dos hijos de golpe y que hacen que todo cambie".

En su opinión, a partir de aquel momento, "el componente más festivo, experimental, fantasioso queda abducido por cuestiones como la responsabilidad, las relaciones entre padres e hijos o la asunción de la decadencia de la gente mayor".

Por otra parte, entonces estaba en la treintena y ahora se encuentra en la sesentena, pero "la Barcelona de ahora debe ser brutal para alguien de treinta años, porque las ciudades grandes y potentes son de la gente joven".

Sin estar "aún conociendo ninguna novela", sí ha avanzado que está trabajando en nuevos relatos, en unos tiempos que le han llevado a reflexionar más sobre el propio oficio y a más imaginación y fantasía, dando a conocer que uno de ellos versa sobre un viaje de hace más de treinta años a Quebec con Manuel Vázquez Montalbán. EFE

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