Del hilo al beat - Agencia Ocote

2022-09-10 05:50:38 By : Ms. Tongyinhai Manufacturer

¿Es posible reproducir sonidos de un tejido? Aurora Nohemí Chaj, una cantautora y arquitecta maya k’iche’, quiso comprobarlo. Buscó, a través del álgebra, patrones numéricos en los bordados de su huipil, la blusa bordada que visten muchas mujeres mayas en Guatemala. Después, los convirtió en música.

Este es un episodio de podcast. Para escucharlo, dale play al enlace de abajo.

Si quieres leer la transcripción de este episodio, la dejamos aquí.

Narradora: Es mayo de 2020 y hace unas semanas que Aurora no sale mucho. Se mantiene en su cuarto, el de la casa de sus papás, en Olintepeque, un municipio de Quetzaltenango, al occidente de Guatemala. 

Aurora se mudó a aquí hace dos meses, cuando empezó la pandemia de COVID-19. Las medidas para contener el virus, como a la mayoría, la hicieron encerrarse, aislarse. Ese tiempo para ella también la hizo, de alguna manera, reconectar con la música. 

Retomó su amor por la guitarra. Desempolvó el instrumento que la acompañó durante su adolescencia y en la universidad, cuando grababa covers de Violeta Parra, de Carlos Mejía Godoy, de Facundo Cabral y de Los Apson.  

También empezó a experimentar con otros instrumentos, con otros formatos. Después de varias grabaciones con el micrófono de los audífonos, de jugar con nuevos programas en su computadora, vive un momento Eureka. 

Sale de su habitación y se sienta en la grama del patio, con la computadora sobre las piernas. Sonríe y llama a su madre para hablarle de su descubrimiento. 

Nohemí: Me dijo:“Mamá, yo sé que tus bordados tienen sonido”. “Qué bonito huipil traes tú, esos bordados tienen sonidos”. 

Narradora: Su madre, Nohemí Haz, a quien escuchas, es una mujer k’iche’. El huipil del que le habla Aurora es una especie de blusa bordada que forma parte de la indumentaria que usan la mayoría de mujeres mayas en Guatemala.  

Nohemí baja la mirada. Observa su huipil morado y las flores bordadas en el cuello. Lo mira con extrañeza. No entiende cómo lo que ve puede tener sonido. Aurora insiste. 

Aurora: Le dije: “Mami, los sonidos tienen formas”, le dije. “Y si los sonidos tienen formas quiere decir que las formas también tienen sonidos. Quiere decir que lo que yo estoy viendo en tu huipil, realmente tiene un sonido. 

Nohemí: Le dije: “¿Cómo así? ¡Estás loca!”, le dije yo. “¿Cómo así que tienen sonido los bordados que yo tengo?”. “Sí, tienen sonido, ya vas a ver, yo estoy haciendo una investigación de eso”. 

Narradora: Soy Melisa Rabanales, periodista de Ocote y hoy te presento a: 

Aurora: Mi nombre es Aurora Noemí Chaj Haz, tengo 35 años de edad. Yo soy del occidente, del altiplano, soy del pueblo k’iche’ del altiplano occidental de aquí de Guatemala, de Iximulew. Soy compositora, intérprete autodidacta k’iche’, productora de música experimental basada en geometría maya de arte textil de pueblos originarios. Y soy arquitecta graduada de la Universidad de San Carlos de Guatemala. 

Narradora: Aurora tiene el pelo negro y liso. Es morena, con ojos grandes, café oscuro, y usa unos lentes de ojo de gato. En la mejilla, un lunar, que se esconde detrás de un hoyuelo cuando sonríe, lo cual sucede con frecuencia. 

Hablo con Aurora un 15 de marzo, según el calendario gregoriano. En el calendario maya, es el Waxakib’ B’atz’, una fecha crucial. Es el día que marca un nuevo año lunar. Esta casualidad cobrará sentido más adelante, en este episodio, para contar su historia y la de su trabajo. Pero aún no nos adelantemos.

Aurora, como escuchaste al inicio, hace música a través de los textiles mayas. Sí, música basada en los patrones de la indumentaria que ella y las mujeres mayas de Guatemala bordan, tejen y visten. 

Desde pequeña, cuando vivía en Cantel, a unos seis kilómetros de Olintepeque, Aurora descubrió que la música era parte de su identidad. 

Aurora: Desde que yo tengo memoria, mi familia materna, especialmente, pues estuvo en la casa siempre un instrumento musical. Mis bisabuelos eran marimbistas. A partir de ahí, la cercanía con la música fue una constante en mi familia. Mis tías cantaban en distintas voces: primeras, segundas, terceras voces. Mi tío con la guitarra, mi otro tío con el teclado y nosotros de niños y niñas en ese entonces, pues con lo que encontráramos, verdad, con cualquier cosa que hiciera ruido.

Narradora: Su abuelo Baltazar era tecladista y tocaba en la iglesia de su comunidad. Su tía, Feliciana, fue una de las primeras mujeres en Cantel en ejecutar la concertina. Su madre, Nohemi, canta. Y cuando Aurora tenía unos siete años, su papá le regaló un teclado. 

El tío Santiago le enseñó a leer el pentagrama y tocar el teclado. Le enseñó las reglas básicas de la música: identificar las escalas, las octavas, los acordes, y qué significa cantar en primeras, segundas y terceras voces. 

Después, aprendería a tocar otros instrumentos. La guitarra, el clarinete. Todos viendo y escuchando a sus tíos mientras tocaban en la iglesia o en fiestas familiares. Nunca recibió clases. 

A los nueve años, con ese mismo teclado, Aurora compuso su primera canción. Sus padres fueron su primer público.

Aurora: Yo escribí una poesía que fue la primera que terminé, que terminé terminé, que se llama ‘Lágrima de lágrima’. Este poema, yo quería contárselo a mis papás de una manera diferente, entonces yo decía: “Si se los leo, no sé si me van a entender”. Yo quisiera que hubiera algún sonido, decía yo, que me acompañara al declamar este poema. Me inventé ahí una musiquita que acompañó.

Narradora: De Lágrima de lágrima no quedó ningún registro sonoro más que en los recuerdos de Aurora y su madre, Nohemí. 

Nohemí: Pues me sentí emocionada. Yo dije: “Ella va a ser una gran música, igual

que su abuelo, igual que sus tíos”. Eso pensé que iba a ser ella. 

Narradora: Y sí, Aurora siguió apasionada por la música, pero también se le cruzaron otras disciplinas. Cuando creció, empezó a interesarse por la geometría, a obsesionarse con los patrones. Los veía en todos lados.

Aurora: Yo siempre admiré la geometría que había en el cielo, en la naturaleza, en los tejidos, especialmente los colores de los tejidos, a mí me encantaban. 

Narradora: Veía cómo su madre diseñaba los huipiles de ella y de su hermana. La miraba dibujar sobre una hoja las flores, medir con sus dedos el espacio entre cada patrón, contar los hilos y luego, con sus manos, bordar con paciencia. Nohemí no es bordadora de profesión, pero cada huipil que le hace a su familia, para Aurora es una obra de arte.

Al crecer, Aurora empezó a hacer lo mismo. A imitar lo que hacía su madre, lo que había hecho su abuela, su bisabuela y las madres de ellas. Lo que han hecho las mujeres mayas durante siglos. 

Aurora: Entonces, a la par de la música, a mí me gustaba mucho dibujar patrones geométricos y líneas y diseños. Entonces en el momento en el que ya tuve que tomar la decisión de entrar a la universidad, ya tuve una conversación con mi familia, con mi papá y mi mamá, y fue la decisión de estudiar arquitectura. 

Narradora: En 2004, Aurora entró al Centro Universitario de Occidente de la Universidad de San Carlos. La sede quedaba en Quetzaltenango, muy cerca de Olintepeque. Años después, tuvo que mudarse a la capital para cerrar el pénsum. Se graduó en 2014. En esos años no pudo dedicar tanto tiempo a la música. La carga académica era demasiada, aunque se prometió no dejarla completamente de lado. 

En marzo de 2020 el mundo entero se paralizó. Llegó la pandemia de COVID-19 y en Guatemala se prohibieron las reuniones sociales, las ferias, las clases presenciales y se impusieron toques de queda. Aurora, que para entonces había regresado con sus padres a Olintepeque, sintió el encierro como una oportunidad. 

Unos meses antes, había comprado una computadora. Así que se puso a explorar la música con instrumentos de las ferias de Olintepeque y de Cantel, el pueblo donde había vivido en su infancia: chinchines, tambores, flautas… Empezó a experimentar. Grababa su voz y los instrumentos con el micrófono de sus audífonos y los pasaba a la computadora. Los escuchaba juntos, separados… 

En una de las últimas noches de ese marzo… 

Aurora: Yo me acuerdo que una vez estábamos en casa con mi mamá y pues en la noche yo me puse a investigar, a explorar una computadora que tenía una aplicación que se llama “Garage Band”. Y empecé a entender cómo funciona la producción musical. Entonces hice una primera canción en casa, que es parte de LP que está en Spotify, del 2020. 

Narradora: La canción se llama Nab’e y suena así: 

Narradora: Esa primera canción la hizo sola, con su computadora y los instrumentos de la feria. No sabía nada de producción sonora, así que todo lo sacó, como ella dice, “trasteando la aplicación”. Con Nab’e regresó la pasión a la música, a la que empezó a aplicar lo que había aprendido en la universidad:  

Aurora: Cuando yo hice la producción musical me di cuenta de las formas que se generaban a partir de los sonidos de los impulsos MIDI que están en la computadora en cada canal. Y las formas en general que genera una onda sonora, que genera un sonido. Entonces, cuando yo empecé a observar la gráfica, justamente empecé a encontrar otra vez esta geometría que siempre me ha fascinado y me ha gustado de todas las cosas que son muy orgánicas.

Narradora: El MIDI del que habla Aurora son las siglas en inglés para “Interfaz Digital para Instrumentos Musicales”. Es una herramienta que permite conectar varios instrumentos y que estos puedan comunicarse entre sí. Es algo así como un lenguaje estándar que hace posible jugar con los sonidos y cambiar su notación musical, el tono y la velocidad.

Los productores de audio profesionales usualmente utilizan un controlador MIDI. A simple vista es como un teclado, aunque no reproduce sonidos. Al presionar una tecla del controlador, la computadora recibe la información y la reproduce según el instrumento que deseemos, como una guitarra, una batería o una marimba, por ejemplo. 

Pero estos equipos son costosos. Como Aurora no tenía uno, usaba el mismo teclado de su computadora. Es decir, cada tecla representaba una nota. Por ejemplo, cuando presionaba la letra “a”, el programa lo decodificaba y emitía una nota musical. 

Sí, para quienes no somos expertos en sonido es difícil entenderlo. Pero imaginémoslo así: 

En Garage Band, la aplicación que usó Aurora para hacer su producción, los impulsos MIDI están representados gráficamente como pequeños rectángulos. Cada impulso es un rectángulo que aparece en una línea del tiempo.

Al pulsar alguna nota de un instrumento, se crea un rectángulo. Si se hace brevemente…  el rectángulo que se genera es corto. Si se pulsa una nota durante más tiempo… el rectángulo se hace más largo.

Si pulsamos una nota varias veces, sin dejar mucho tiempo entre cada pulsación, la distancia entre los rectángulos será más corta…. Y si esperamos mucho tiempo entre una pulsación y otra, la distancia será mayor… 

En la aplicación pueden añadirse más instrumentos en diferentes filas. Así que Aurora se dio a la tarea de marcar y registrar todos sus instrumentos. 

En el gráfico que fue apareciendo, Aurora encontró patrones y formas. Como lo había hecho de pequeña cuando miraba el cielo, o cuando veía las manos de su madre bordar sus huipiles. 

Aurora: “Mami, los sonidos tienen formas”, le dije. Y si los sonidos tienen formas, quiere decir que las formas, también tienen sonidos. Mi mamá tenía un huipil morado en ese entonces, muy bonito de Cobán, yo le dije: “Eso que estoy viendo en tu huipil, realmente tiene un sonido. Si esto se convierte en un impulso MIDI por computadora, tu huipil tendría un sonido precioso”. Y yo empecé a imaginar el sonido que podría generar las formas del huipil de mi mamá.

Narradora: A través de su mirada, esos patrones y formas que estaban en los huipiles representaban la estética, la geometría de la que se había enamorado desde la arquitectura, pero también la belleza del sonido, de la música. 

Los textiles mayas son conocimiento ancestral y también podrían ser expresiones artísticas en movimiento. Así, empezó la alquimia. Las dos raíces de su familia, de su universo: la música y el arte textil maya.

Te cuento más de esta historia al regreso de la pausa.

Narradora: En mayo de 2020, Aurora comenzó a investigar sobre el arte textil maya. Buscó en un libro que le había regalado su papá, Plástica maya, del escritor David Vela. Y en otros que había comprado en librerías de la capital, como Hilos mayas de Guatemala, de editorial D´Buk.  También entrevistó a mujeres mayas que se dedicaban a tejer y bordar. Comprendió que la indumentaria maya, como los huipiles, son formidables contenedores de información. 

Aurora explica que en esta búsqueda descubrió que en cada pieza hay una carga simbólica impresionante. Es la cosmovisión de un pueblo, la manera en la que una comunidad interpreta el mundo, a través de la visión de la tejedora. 

Por eso, es común encontrar en los huipiles elementos de la naturaleza como las estrellas, los volcanes, las flores locales, el águila bicéfala, el quetzal, o el jaguar. Representan la conexión del pueblo maya con la Madre Tierra.  

Aurora: Como muchas otras cosas, nuestros abuelos y nuestras abuelas representaron las energías, los principios, el cosmos en los tejidos, incluso después de la invasión, ¿verdad? Donde hubo una intención de eliminar muchos diseños, de quema, bueno, toda esta parte difícil. Y que quemaron mucha información que había. Yo tengo la teoría de que realmente los huipiles de diseño ancestral, es decir, los huipiles que tienen un diseño más antiguo, guardan información importante tanto en música, como en ubicaciones geográficas de algunos altares.

Narradora: Después de esas primeras lecturas, Aurora decidió iniciar formalmente su propia investigación. Tomó para su estudio dos huipiles. Uno de diseño ancestral, el Q’o’m, originario de Cantel, el pueblo de su madre. 

“Q’o’m” significa  “gama de colores”. En Cantel también lo llaman “huipil lleno”, porque está cubierto de puntadas. Es blanco, y alrededor de su cuello tiene flores bordadas a mano, rojas, rosas, amarillas. También unas plumillas verdes, un tipo de bordado formado por dos líneas en un ángulo de 35 grados, que delimita cada segmento del huipil. 

Aurora: Las bordadoras utilizan líneas guías para definir el diseño del bordado alrededor del cuello o de las mangas, o donde ellas quieran. Y las medidas de este huipil son más en dedos. Las bordadoras dicen: “Esta flor va a ser de un dedo, de dos de tres de cuatro de cinco dedos”.

Narradora: Ese huipil lo bordó Mildred García, una artista de ahí mismo, de Cantel. Para Aurora, este bordado es importante porque es el diseño de su huipil, del huipil que visten su madre, sus abuelas y las mujeres de su pueblo. 

También utilizó uno de Santa Catarina Ixtahuacán, un municipio del departamento de Sololá. Este huipil se llama “Kot a po’t’”, que significa “huipil del águila bicéfala”. La pieza incluye íconos representativos en la cultura maya: el “kot”, el águila bicéfala, “ik’” la luna, “ch’umil” las estrellas, y  “tz’ikin” los pájaros, que conforman el corazón del cielo. Lo bordó Lucía Tepaz López, de Sololá. 

La estructura de este huipil está formada por líneas verticales y horizontales. A diferencia del Q’om, no está bordado a mano. Para hacerlo, se utiliza un telar de cintura. Un artilugio compuesto por dos palos de madera en posición horizontal, uno en la parte superior, y uno en la parte inferior, con los que la tejedora, de rodillas, con el palo inferior amarrado a su cintura, entrelaza los hilos. 

Aurora: En el caso del tejido que es en telar de cintura, ese con hilos que van en forma horizontal y vertical y no están “detrás o libre” digamos, porque pues hay un cálculo matemático que hacen las tejedoras en lo vertical y el horizontal para poder hacer el diseño y que tenga una secuencia lógica.

Narradora: Al ver los dos tejidos, extendidos, con esos patrones de colores vivos frente a sus ojos, todo cobró sentido para Aurora.

Aurora: Empecé a deshilar, digamos, por decirlo así estas estas formas, en la cantidad de hilos que tenía, cuánto espacio ocupa, en el huipil. La orientación… me di cuenta de que la orientación en el momento del tejido y el bordado es algo demasiado importante. Esto es muy parecido a un plano cartesiano. Y si es un plano cartesiano hay un punto que puede ubicarse exactamente en ese mundo de la tela del huipil. Y si tiene una geometría, pues tiene un área, y si tiene un área,  tiene un perímetro. Entonces empecé a encontrar números, justamente jugando con estas formas.  

Narradora:  El plano cartesiano es un sistema de medida en el que se dibujan dos rectas, una horizontal y otra vertical, que se intersectan en un punto de origen. Aurora descubrió que podía trasladar los patrones de los huipiles al lenguaje del álgebra. Y eso también lo podía hacer con la música. Encontró el punto de conexión.

La música experimental, esa exploración que supera los límites y las definiciones musicales es algo que ya han trabajado otros artistas desde hace muchos años. En el siglo XVI, el pintor Giuseppe Arcimboldo desarrolló una correspondencia de valores entre las notas musicales y el color, y construyó un órgano que fundía sonidos y luces de colores. Otro ejemplo es el del ruso Alexander Scrabin, que relaciona las tonalidades musicales, el color, y lo que él llamaba “estados del alma” o emociones.

Con esa base, Aurora empezó a hacer los cálculos. Al extender el huipil de Cantel, vio que si se dibujaba un plano cartesiano, podría encontrar en ese origen, en el punto cero, el cuello del huipil, el lugar en donde las  mujeres comienzan a bordar.

Igual que lo hacen las bordadoras, utilizó los dedos índices y las cuartas, la distancia entre el pulgar y el dedo medio, como unidades de medida.

Para el  huipil Kot a po’t, de Santa Catarina Ixtahuacán, Aurora hizo el cálculo de las estrellas, las ch’umil, que enmarcan el recuadro principal del frente del huipil. 

No utilizó las métricas occidentales, como el centímetro o la pulgada. Su unidad de medida fue el hilo, o b’atz. Midió la cantidad de hilo utilizado en cada línea de la retícula ubicada en el eje “X” y en el eje “Y” del plano cartesiano formado en el lienzo. 

Aurora: Y los números que fui encontrando en esta investigación empezaron a dar parámetros muy, muy precisos y muy exactos para definir el BPM de la canción, para definir en qué nota musical iba a empezar, para definir la separación entre figuras que yo empecé a replicar en el programa de Garage Band. 

Narradora: El BPM, “beats per minute”, o pulsaciones por minuto, es una unidad de medida del sonido. Aurora la explica así: 

Aurora: En palabras simples, lo rápido o lo despacio que va una canción. Mientras más BPM, la canción es más rápida, digamos, y mientras menos BPM la canción es más lenta.

Narradora: Por ejemplo, así suena una melodía con un BPM de 90… Y así uno de 140… Para calcular el BPM, la velocidad a la que iría la canción que compuso, se basó en un número clave. 

¿Recuerdas que al inicio del episodio te decía que hablé con Aurora el Waxakib’ B’atz, el día que inicia el año lunar según el calendario maya? Pues bien, el año lunar está conformado por 260 días, agrupados en 13 meses, de 20 días cada mes. En el huipil Kot a po’t también encontró veinte estrellas de un lado y veinte del otro.

El veinte es un número fundamental en la civilización maya, porque el sistema de numeración era vigesimal. Veinte también son los dedos que tenemos en nuestras manos y pies. Existen veinte nahuales, que son la energía, los espíritus o las fuerzas de los seres y elementos de la naturaleza. 

Y el 20 fue la cifra que utilizó en sus cálculos para identificar el BPM, lo rápido que iría su canción. Después calculó los demás datos que necesitaba para empezar la composición. 

Aurora: El dos, por ejemplo, fue una constante en el cálculo del área del perímetro de la estrella, entonces, la segunda nota de esta escala oficial es la nota “re”. Entonces empecé la composición a partir de esta nota musical. El número dos, que representa la dualidad, que también representa el ave bicéfala de doble mirada, que es el Kavahuil. Entonces ahí hay mucha relación entre el tejido de la cuenta del tiempo y los números que surjan a partir del 20. 

Narradora: Con esto, Aurora ya tenía para crear una melodía. En noviembre de 2020 configuró en la aplicación de su computadora el cálculo del BPM, utilizó sonidos de marimba y compuso una canción. Al principio sonaba algo así…

Cuando lo escuchó, no lo podía creer. 

Aurora: Cuando yo escuché lo que estaba sonando… ¡Hala, yo, de verdad! No sé, es que cuando uno está creando una pieza y es más desde la inspiración, digamos, pues uno más o menos va y sabe en qué va a terminar, ¿verdad? Y ya quiero que termine así o así. Pero en este caso no. Entonces, escuchar algo que yo no sabía que iba a terminar así fue algo muy bonito, porque entonces yo me empecé a imaginar la cantidad de posibilidades que hay para producción musical. 

Narradora: Primero solo había utilizado la marimba.

Aurora: La marimba le da un carácter también de honor más local, etcétera. Pero a partir de encontrar esto,  yo empecé a hacer un jam vocal con mis voces y le

empecé a meter voces en un canal, otro canal de voces. Se me antojó después meterle un tambor de piel, de esos de feria. Después se me ocurrió meterle unos chinchines de esos que encontramos en la feria también. Unos xules de barro que también encontramos en la feria… Y entonces todo fue un jam muy personal, que hice en la casa. Y cuando terminé la canción dije: “Bueno, esta es la canción”. La base la está dando la marimba, que son los impulsos MIDI que se basan en la investigación. Todo lo demás es una propuesta mía.

Narradora: Ese “todo lo demás” del que habla Aurora, son las voces e instrumentos que agregó, de forma libre, para que la melodía fuera más moderna. La canción que nombró  Ch’umil, se escuchó así… 

Y como cuando era pequeña, cuando declamó “Lágrima de lágrima”, su mamá, Nohemí, fue la primera que escuchó la canción. 

Nohemí: Yo nunca había escuchado algo así, pero en ninguna parte. Entonces yo le dije: “¿Y cómo hiciste esto?” Entonces me empezó a explicar, no sé qué, realmente yo no entiendo mucho de eso, ¿verdad? Entonces sí me pareció algo increíble, porque nunca en mi familia había escuchado… Yo había escuchado lo de la música, de las canciones, pero menos eso, entonces sí fue algo extraordinario para mí.

Narradora: Unos meses después de componer la canción, Aurora Nohemí contactó a Danilo Rodríguez, un productor de sonido, quien masterizó la canción en un estudio. Por ahora, es posible encontrarla en Youtube con el nombre de Ch’umil.  Sus otras canciones también están disponibles en Spotify. Puedes buscarla como Aurora Nohemí Chaj.  

La investigación que dio origen a la canción, llamada Kem-T’isom Nuch’ab, aún está en un primer borrador. Aurora busca fondos para poder editarla profesionalmente y publicarla como un texto académico. Por ahora, puedes leerla en agenciaocote.com.

Lucía Tepaz López, la artista textil que tejió el Kot a po’t de Santa Catarina Ixtahuacán, no llegó a escuchar Ch’umil, la canción inspirada en su hupil. Murió unos meses antes de que fuera publicada. Aurora dice que la composición también es fruto del esfuerzo de Lucía y de muchísimas mujeres mayas que desde el arte textil crean, comparten y difunden conocimiento. 

Aurora: Yo estoy haciendo propuesta, no solo con estos proyectos, sino también con otros proyectos que tengo, que tienen que ver con el diseño, la geometría del arte textil maya. Entonces yo he visto que hay muchas personas que hablan de nosotros ¿verdad? De las mujeres mayas. Y aparecemos en revistas y aparecemos en investigaciones que nosotros ni siquiera nunca hemos leído, y de plano nunca vamos a leer. A veces soy un poco radical en ese sentido, pero yo realmente pienso que la propuesta de las mujeres indígenas en este país violento es demasiado valiosa porque no hay muchas propuestas que van desde nosotras. Porque no somos solo lo que fuimos sino somos lo que estamos construyendo ahora..

Narradora: Gracias por escuchar este episodio. Si quieres contactar a Aurora Nohemi puedes hacerlo a través de su página oficial de Facebook: Aurora Nohemi, al teléfono +502 5969 1067 o escribir al correo aurora.nohemi.art@gmail.com 

Las entrevistas y el guion de este episodio los hice yo, Melisa Rabanales. La edición es de Carmen Quintela. La producción y el montaje sonoro de Isaac Hernández con el apoyo de Jose Manuel Lemus. El diseño gráfico es de Alejandro Spillari. 

Agradecemos a Aurora Nohemi Chaj por permitirnos utilizar fragmentos de sus canciones Nab’e y Ch’umil. Y a Jose Monterroso por su asesoría para que pudiéramos entender mejor cómo funciona la producción musical. La voz institucional de Radio Ocote Podcast es de Lucía Reinoso Flores. Julio Serrano Echeverría es el coordinador creativo. Alejandra Gutiérrez Valdizán es la coordinadora editorial y la directora de Ocote.

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